No pasa,
Se queda tiesa tras la ventana mostrando penumbra,
Tras el marco de la puerta llorando penas ajenas.
Se agota en pocas horas y se hace eterna.
No pasa,
No te mira pero te sabe toda,
No te siente pero ta abraza en frío y sombras.
No te habla pero te ensordece.
No te responde, pero te rosa la piel con escalofríos.
No pasa,
Es eterna. Es lúgubre. Es enemiga. Es amiga
Camina tras de ti bajo tu sombra y se sonríe en las orillas de tus precipicios.
Y de tus precipicios se lanza al vacío.
Y desde el vacío, se sigue lamentando con pena.
Y la escuchas.
No pasa.
No existe.
No espera.
No es tuya.
Es de todos y todas. Y todos y todas la esperan. Y en todos y todas se hace nada.
No pasa.
Esperas.
No pasa.
El amanecer se asoma turbio.
No llega.
La noche se ha encerrado en tu alma, o tu alma se ha encerrado en ella.
Cuando no sabes dónde está la puerta,
tu destino no es encontrar la llave,
es crear el escape o morir de pena.
martes, 16 de octubre de 2012
jueves, 30 de agosto de 2012
Cállame...
Muchas veces queremos gritar fuerte y botar con desespero el alma misma que nos atormenta. Queremos decir lo indecible. Palabras que aún no existen. Imágenes oníricas que son olvidadas al momento de despertar...
Cállame...
Si tus cobardías temen cada paso que doy,
si tu dolor vive muriendo mientras te quiero.
Si tu alma se sabe libre pero teme, cállame...
Cállame...
si la noche te sabe intensamente dulce,
si mi cuerpo te seduce como hombre,
pero ese mismo hombre no confía en mi mujer, cállame.
Cállame si mis abrazos te torturan la confianza,
si mis verdades son muy pesadas para creerme,
y entonces temes que sea una más, pues cállame.
Cállame...
si mi realidad es increíble,
si mis besos son locura pecadora,
si mis piernas se tornan en camino que te pierden, cállame.
Cállame si no soy perfecta, pero soy lo más cerca.
No soy otra mujer, solo soy esta.
Y si no tienes el coraje para callarme, pues quiéreme.
Pero entonces, no me calles más.
Y es muy simple, acepta.
Cállame...
Si tus cobardías temen cada paso que doy,
si tu dolor vive muriendo mientras te quiero.
Si tu alma se sabe libre pero teme, cállame...
Cállame...
si la noche te sabe intensamente dulce,
si mi cuerpo te seduce como hombre,
pero ese mismo hombre no confía en mi mujer, cállame.
Cállame si mis abrazos te torturan la confianza,
si mis verdades son muy pesadas para creerme,
y entonces temes que sea una más, pues cállame.
Cállame...
si mi realidad es increíble,
si mis besos son locura pecadora,
si mis piernas se tornan en camino que te pierden, cállame.
Cállame si no soy perfecta, pero soy lo más cerca.
No soy otra mujer, solo soy esta.
Y si no tienes el coraje para callarme, pues quiéreme.
Pero entonces, no me calles más.
Y es muy simple, acepta.
lunes, 18 de junio de 2012
Padres
El 15 de febrero de
2011 el cuerpo de mi padre se cansó de estar enfermo. El alma de mi padre fue
obligada a dejar la tierra en brazos de la calmada muerte y simplemente se
esfumó. Su última mirada sólo me dijo “me voy en paz”. Partió junto a nosotros,
en su cama, en el lecho que compartió por cuarenta años con la misma mujer.
Abrazado al cariño de sus hijos y nietos. No tuve la fuerza de escribir esto
ayer, pero lo comparto ahora…
Tu mirada era el
resguardo de mis emociones, era el latido de mis sentimientos.
Tu camino era mi camino
como vigilante sagas de sus retoños.
Todo un jardinero. Que se
preocupó por la tierra donde sus sembrados crecerían.
Por el abono que les alimentara. Por el sol
que les brillara. Por la vida.
Entre la enfermedad y el cansancio se fue
cansando tu alegría,
se fue opacando tu
fuerza que era lumbrera de primavera.
Se fue marchitando cada
escenario de tu piel morena,
cada una de tus
sonrisas diversas.
Abrazarte me llegó a
doler porque te abrazaba con ella.
Con la muerte a tus
espaldas.
Pero tu palabra siempre
será eterna, tu dulzura,
tu manera de quererme
con el recuerdo y el calor de ser padre.
Te dije todo. No me
arrepiento de nada contigo.
La vida es más hermosa
por que supe salí de un hombre como tu.
Un guerrero. Un vigía. Un
cuentista de historias eternas. Un cantante.
Un bailarín que me
enseñó a moverme sobre sus pies mientras me sonreía.
Un poeta que me enseñó
que el mundo era dulce, siempre dulce.
Y si un da no lo era,
pues me tocaría ser azúcar, nunca melao.
Un día en el hospital
me miraste con abrumadora tristeza y dijiste:
“Lamento tanto que me
tuvieras que ver así”
Todavía ante tu muerte,
te preocupaba simplemente el ejemplo.
Lloré tanto esa noche. Porque
era inevitable. Porque te amaba y te amo.
Tu ejemplo de hombre no
se me olvida. Padre perfecto, esposo amoroso,
Amigo hasta la muerte,
abuelo entre sollozos. Heredero de luz.
Hoy escribo esto entre
mis llantos porque lo amo. Porque quiero que el mundo comprenda que los padres
son tan maravillosos como deseen serlo. Que no se olvidan. Que se necesitan. Que
se extrañan. Y mis disculpas si los hice llorar. La felicidad que siento por
haber sido criada con un hombre con tanto cabal, también es llanto…
miércoles, 25 de abril de 2012
Quien llegue
Muchas veces parecemos estar esperando un mundo. Una señal del Olimpo. Las plumas sueltas de las alas de los ángeles. Parecemos esperar, sin saber lo que esperamos. Pero creo que lo hermoso es poder un día saber identificar...quien llegue.
Quien llegue lo dirá con la mirada. Con la nota en sol que salpique de su ojo derecho directo a nuestro oído izquierdo e inicie una tonada única.
Quien llegue me dará una carcajada de regalo mientras sube su paraguas para taparnos del mundo. Y dentro del paraguas tendrá un cielo pintado con mi sonrisa.
Quien llegue conocerá cada tonada de mis suspiros.
Quien llegue no necesitará invitación porque tendrá la llave correcta, de la puerta correcta, de cada uno de mis rincones. Y no le temeré, le estaré esperando.
Quien llegue sabrá que me fascinan los peluches, y la callada manera en que me ven leer. Y sabrá entonces que amo los libros.
Quien llegue no querrá dejarme nunca. No tendrá razones. En su lugar buscará espacios para verme mejor. Aunque sea con distancia en instantes precisos.
Quien llegue lo hará con paso silencioso, para escuchar mis pasos silenciosos que constantemente están en la huida.
Quien llegue, me dará razones para quedarme.
Quien llegue lo dirá con la mirada. Con la nota en sol que salpique de su ojo derecho directo a nuestro oído izquierdo e inicie una tonada única.
Quien llegue me dará una carcajada de regalo mientras sube su paraguas para taparnos del mundo. Y dentro del paraguas tendrá un cielo pintado con mi sonrisa.
Quien llegue conocerá cada tonada de mis suspiros.
Quien llegue no necesitará invitación porque tendrá la llave correcta, de la puerta correcta, de cada uno de mis rincones. Y no le temeré, le estaré esperando.
Quien llegue sabrá que me fascinan los peluches, y la callada manera en que me ven leer. Y sabrá entonces que amo los libros.
Quien llegue no querrá dejarme nunca. No tendrá razones. En su lugar buscará espacios para verme mejor. Aunque sea con distancia en instantes precisos.
Quien llegue lo hará con paso silencioso, para escuchar mis pasos silenciosos que constantemente están en la huida.
Quien llegue, me dará razones para quedarme.
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yo
lunes, 9 de abril de 2012
Mis tristezas ...
...una vez me dijeron que las tristezas nunca nos abandonan...
Desde ese día las trato como amigas que nunca fueron invitadas a la soledad de mi fiesta privada. Como las que se antojan de lo que comes, pero no te dicen, pero te miran fijamente hasta que le ofreces y con descaro de mentirosa artimaña te dicen “no, gracias”. Pero siguen mirando desde la esquina, como esperando tus migajas. Malditas amigas. Llegas a odiar tus tristezas porque no te abandonan y están esperando el mínimo momento para morder las felicidades que dejas caer transformadas en sobras de pan. Aprendí a ofrecerles mi felicidad con insistencia, ponérsela en la boca, repetir hasta el cansancio hasta que mordiera. Y entonces mi tristeza poco a poco se va contaminando de mi engreída felicidad. Sí, engreída. Porque también he aprendido que nos apasionamos las soledades como si nos fueran a retribuir la dedicación.
Las tristezas mías son ya mis amigas. Se visten con vestidos de flores que las obligo a oler. Las obligo a verse bellas. A que se desgarren conmigo en una película de muñequitos en ese momento donde la tristeza ajena salta de la pantalla como agresividad tridimensional, pero no, es mi tristeza que va a su rescate. Mis tristezas están en la almohada que acompaña mi cama, cuando nadie me acompaña. Mis tristezas se hablan entre ellas imitando una amistad cómplice de mis oscuridades. Pero su perversidad es mi perversidad. Entonces, me siento entre ellas a escucharlas, como niño que escucha abuelas hablar de historias viejas muy muy viejas. Esas, mis historias.
Mis tristezas han aprendido a usar perfume para disimular su hedor a mustio. Han aprendido a olvidar los nombres y con él, los sabores, olores y el timbre de la voz. Han aprendido de matemáticas simples. A calcular el alto de mis sombras por la hipotenusa de mis figuras corpóreas y sacan el cuadrado perfecto de mis bellos momentos con la facilidad que se devoran mi sonrisa. Caminan conmigo hasta cuando están vagas para salir. Me discuten con altanería filosofal mi existencia y luego se miran los adentros, señalan su hilo entre ellas y yo, y regresan a la conversación sobre la brevedad de un sorbo de café.
Mis tristezas están domesticadas. No le digan por favor a mis tristezas que las he transformado...
Desde ese día las trato como amigas que nunca fueron invitadas a la soledad de mi fiesta privada. Como las que se antojan de lo que comes, pero no te dicen, pero te miran fijamente hasta que le ofreces y con descaro de mentirosa artimaña te dicen “no, gracias”. Pero siguen mirando desde la esquina, como esperando tus migajas. Malditas amigas. Llegas a odiar tus tristezas porque no te abandonan y están esperando el mínimo momento para morder las felicidades que dejas caer transformadas en sobras de pan. Aprendí a ofrecerles mi felicidad con insistencia, ponérsela en la boca, repetir hasta el cansancio hasta que mordiera. Y entonces mi tristeza poco a poco se va contaminando de mi engreída felicidad. Sí, engreída. Porque también he aprendido que nos apasionamos las soledades como si nos fueran a retribuir la dedicación.
Las tristezas mías son ya mis amigas. Se visten con vestidos de flores que las obligo a oler. Las obligo a verse bellas. A que se desgarren conmigo en una película de muñequitos en ese momento donde la tristeza ajena salta de la pantalla como agresividad tridimensional, pero no, es mi tristeza que va a su rescate. Mis tristezas están en la almohada que acompaña mi cama, cuando nadie me acompaña. Mis tristezas se hablan entre ellas imitando una amistad cómplice de mis oscuridades. Pero su perversidad es mi perversidad. Entonces, me siento entre ellas a escucharlas, como niño que escucha abuelas hablar de historias viejas muy muy viejas. Esas, mis historias.
Mis tristezas han aprendido a usar perfume para disimular su hedor a mustio. Han aprendido a olvidar los nombres y con él, los sabores, olores y el timbre de la voz. Han aprendido de matemáticas simples. A calcular el alto de mis sombras por la hipotenusa de mis figuras corpóreas y sacan el cuadrado perfecto de mis bellos momentos con la facilidad que se devoran mi sonrisa. Caminan conmigo hasta cuando están vagas para salir. Me discuten con altanería filosofal mi existencia y luego se miran los adentros, señalan su hilo entre ellas y yo, y regresan a la conversación sobre la brevedad de un sorbo de café.
Mis tristezas están domesticadas. No le digan por favor a mis tristezas que las he transformado...
martes, 28 de febrero de 2012
Coqueta
No seré coqueta con nadie mientras lea un libro y me enmudezcan las ganas de conocer a un extraño escritor. Me sentaré junto a un café enajenada del mundo absorta en mi lectura. Dejaré caer el hombro de mi camisa exactamente donde está el camino de alguna mirada distante e inocente. Pondré mis dedos en el cabello que cae sobre mi hombro y lo moveré para evitar la cosquilla y la mala costumbre que tiene de querer morir en mi boca a cual mínimo suspiro. Buscaré en mi cabeza esa lámina de nuevas bifurcaciones de sentido que el extraño escritor dejó escondida entre las letras solo para mi, su lectora desconocida. Miraré el suelo del lugar cuando alguna sombra se pose sobre las sombras de mis piernas cruzadas y subiré la vista. Y no miraré, sólo cruzaré la mirada como quien teme despertar de un sueño. Y seguiré leyendo. Y tomaré un sorbo del café que me parece no se enfría pero ya es un témpano de hielo. Y seguiré bebiendo porque el escritor también tiene al personaje en una barra bebiendo un coñac y yo me estoy equivocando, instintivamente.
No seré coqueta con nadie mientras tenga la capacidad de ignorar el mundo. Y sutil y esporádicamente enamorarme de un desconocido escritor.
No seré coqueta con nadie mientras tenga la capacidad de ignorar el mundo. Y sutil y esporádicamente enamorarme de un desconocido escritor.
viernes, 3 de febrero de 2012
Desnuda
No existe palabra desnuda sin cuerpo desnudo.
Cuerpo desnudo sin alma desnuda.
Alma desnuda, sin creencia desnuda.
Creencia desnuda sin dioses desnudos.
Dioses desnudos sin verdades desnudas.
Verdades desnudas sin verdad en sí misma.
Porque la verdad es una revelación sin ropajes.
Un teatro sin cortinas y sin esperanzas innecesarias.
No existe palabra desnuda sin cuerpo desnudo.
Y con mi cuerpo desnudo y con mis verdades a cuestas lloro.
Me despojo del mundo sin arrojarme de su esquina.
Y desde su esquina miro mi universo desnuda.
No existe placer alguno sin desnudos.
No existe ceguera sin el riesgo de morir.
No hay palabra desnuda.
Si dentro de la boca tenemos un ropero y en el pensamiento un prejuicio.
Quiero una vida desnuda, aunque muera de frío.
Cuerpo desnudo sin alma desnuda.
Alma desnuda, sin creencia desnuda.
Creencia desnuda sin dioses desnudos.
Dioses desnudos sin verdades desnudas.
Verdades desnudas sin verdad en sí misma.
Porque la verdad es una revelación sin ropajes.
Un teatro sin cortinas y sin esperanzas innecesarias.
No existe palabra desnuda sin cuerpo desnudo.
Y con mi cuerpo desnudo y con mis verdades a cuestas lloro.
Me despojo del mundo sin arrojarme de su esquina.
Y desde su esquina miro mi universo desnuda.
No existe placer alguno sin desnudos.
No existe ceguera sin el riesgo de morir.
No hay palabra desnuda.
Si dentro de la boca tenemos un ropero y en el pensamiento un prejuicio.
Quiero una vida desnuda, aunque muera de frío.
martes, 31 de enero de 2012
Hoy no es mi día
Te habría despertado a besos esta mañana,
te habría bañado con la suavidad y ternura
que sólo un deseo de bien puede dar.
Te habría abrazado tantas veces que habrías pensado en escapar.
Pero habrías regresado inmediatamente por más.
Te habría hablado desnuda de los mejores repertorios de Neruda.
Te habría tocado a la saciedad.
Te habría amado, como nadie te ha amado jamás.
Te habría hecho el amor sólo con mi boca
hasta tu desmayo inminente.
Te habría preparado tu comida favorita,
mientras te contaba historias absurdas, sólo para verte reír.
Te habría hecho reír de cosas estúpidas
Como si fueran inteligentemente astutas.
Te habría mecido entre mis brazos sin nombrarte,
mirándote como quien observa lo perfecto que no existe.
Porque en ti hoy lo habría encontrado.
En tus ojos. En tu cansancio.
Pero hoy no fue el día, aunque sea tú día.
Y no será mi día.
te habría bañado con la suavidad y ternura
que sólo un deseo de bien puede dar.
Te habría abrazado tantas veces que habrías pensado en escapar.
Pero habrías regresado inmediatamente por más.
Te habría hablado desnuda de los mejores repertorios de Neruda.
Te habría tocado a la saciedad.
Te habría amado, como nadie te ha amado jamás.
Te habría hecho el amor sólo con mi boca
hasta tu desmayo inminente.
Te habría preparado tu comida favorita,
mientras te contaba historias absurdas, sólo para verte reír.
Te habría hecho reír de cosas estúpidas
Como si fueran inteligentemente astutas.
Te habría mecido entre mis brazos sin nombrarte,
mirándote como quien observa lo perfecto que no existe.
Porque en ti hoy lo habría encontrado.
En tus ojos. En tu cansancio.
Pero hoy no fue el día, aunque sea tú día.
Y no será mi día.
miércoles, 11 de enero de 2012
Con frenesí
Caminé tras la sombra de un recuerdo que dejaste en la borra del café,
como presagio de un sufrimiento que perdería tu nombre.
Vestí mi soledad con tu luz de ausencia
y contemplé tus aires que se perdieron tristes en el viento.
Toqué tu silueta, la que se pasea por entre las niñas de mis ojos,
la que hace maletas para partir, pero se queda.
Todos saben donde son amados, menos tú.
Lo sabe hasta tu pasado y tu lamentable futuro sin mí.
Caminé tras las sombras de un recuerdo que dejaste en la borra del café.
Me lo bebí con frenesí y murió.
como presagio de un sufrimiento que perdería tu nombre.
Vestí mi soledad con tu luz de ausencia
y contemplé tus aires que se perdieron tristes en el viento.
Toqué tu silueta, la que se pasea por entre las niñas de mis ojos,
la que hace maletas para partir, pero se queda.
Todos saben donde son amados, menos tú.
Lo sabe hasta tu pasado y tu lamentable futuro sin mí.
Caminé tras las sombras de un recuerdo que dejaste en la borra del café.
Me lo bebí con frenesí y murió.
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