lunes, 18 de junio de 2012

Padres


El 15 de febrero de 2011 el cuerpo de mi padre se cansó de estar enfermo. El alma de mi padre fue obligada a dejar la tierra en brazos de la calmada muerte y simplemente se esfumó. Su última mirada sólo me dijo “me voy en paz”. Partió junto a nosotros, en su cama, en el lecho que compartió por cuarenta años con la misma mujer. Abrazado al cariño de sus hijos y nietos. No tuve la fuerza de escribir esto ayer, pero lo comparto ahora…

Tu mirada era el resguardo de mis emociones, era el latido de mis sentimientos.
Tu camino era mi camino como vigilante sagas de sus retoños.
Todo un jardinero. Que se preocupó por la tierra donde sus sembrados crecerían.
 Por el abono que les alimentara. Por el sol que les brillara. Por la vida.
 Entre la enfermedad y el cansancio se fue cansando tu alegría,
se fue opacando tu fuerza que era lumbrera de primavera.
Se fue marchitando cada escenario de tu piel morena,
cada una de tus sonrisas diversas.
Abrazarte me llegó a doler porque te abrazaba con ella.
Con la muerte a tus espaldas.
Pero tu palabra siempre será eterna, tu dulzura,
tu manera de quererme con el recuerdo y el calor de ser padre.
Te dije todo. No me arrepiento de nada contigo.
La vida es más hermosa por que supe salí de un hombre como tu.
Un guerrero. Un vigía. Un cuentista de historias eternas. Un cantante.
Un bailarín que me enseñó a moverme sobre sus pies mientras me sonreía.
Un poeta que me enseñó que el mundo era dulce, siempre dulce.
Y si un da no lo era, pues me tocaría ser azúcar, nunca melao.
Un día en el hospital me miraste con abrumadora tristeza y dijiste:
“Lamento tanto que me tuvieras que ver así”
Todavía ante tu muerte, te preocupaba simplemente el ejemplo.
Lloré tanto esa noche. Porque era inevitable. Porque te amaba y te amo.
Tu ejemplo de hombre no se me olvida. Padre perfecto, esposo amoroso,
Amigo hasta la muerte, abuelo entre sollozos. Heredero de luz.

Hoy escribo esto entre mis llantos porque lo amo. Porque quiero que el mundo comprenda que los padres son tan maravillosos como deseen serlo. Que no se olvidan. Que se necesitan. Que se extrañan. Y mis disculpas si los hice llorar. La felicidad que siento por haber sido criada con un hombre con tanto cabal, también es llanto…

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