Muchas veces queremos gritar fuerte y botar con desespero el alma misma que nos atormenta. Queremos decir lo indecible. Palabras que aún no existen. Imágenes oníricas que son olvidadas al momento de despertar...
Cállame...
Si tus cobardías temen cada paso que doy,
si tu dolor vive muriendo mientras te quiero.
Si tu alma se sabe libre pero teme, cállame...
Cállame...
si la noche te sabe intensamente dulce,
si mi cuerpo te seduce como hombre,
pero ese mismo hombre no confía en mi mujer, cállame.
Cállame si mis abrazos te torturan la confianza,
si mis verdades son muy pesadas para creerme,
y entonces temes que sea una más, pues cállame.
Cállame...
si mi realidad es increíble,
si mis besos son locura pecadora,
si mis piernas se tornan en camino que te pierden, cállame.
Cállame si no soy perfecta, pero soy lo más cerca.
No soy otra mujer, solo soy esta.
Y si no tienes el coraje para callarme, pues quiéreme.
Pero entonces, no me calles más.
Y es muy simple, acepta.