El 15 de febrero de
2011 el cuerpo de mi padre se cansó de estar enfermo. El alma de mi padre fue
obligada a dejar la tierra en brazos de la calmada muerte y simplemente se
esfumó. Su última mirada sólo me dijo “me voy en paz”. Partió junto a nosotros,
en su cama, en el lecho que compartió por cuarenta años con la misma mujer.
Abrazado al cariño de sus hijos y nietos. No tuve la fuerza de escribir esto
ayer, pero lo comparto ahora…
Tu mirada era el
resguardo de mis emociones, era el latido de mis sentimientos.
Tu camino era mi camino
como vigilante sagas de sus retoños.
Todo un jardinero. Que se
preocupó por la tierra donde sus sembrados crecerían.
Por el abono que les alimentara. Por el sol
que les brillara. Por la vida.
Entre la enfermedad y el cansancio se fue
cansando tu alegría,
se fue opacando tu
fuerza que era lumbrera de primavera.
Se fue marchitando cada
escenario de tu piel morena,
cada una de tus
sonrisas diversas.
Abrazarte me llegó a
doler porque te abrazaba con ella.
Con la muerte a tus
espaldas.
Pero tu palabra siempre
será eterna, tu dulzura,
tu manera de quererme
con el recuerdo y el calor de ser padre.
Te dije todo. No me
arrepiento de nada contigo.
La vida es más hermosa
por que supe salí de un hombre como tu.
Un guerrero. Un vigía. Un
cuentista de historias eternas. Un cantante.
Un bailarín que me
enseñó a moverme sobre sus pies mientras me sonreía.
Un poeta que me enseñó
que el mundo era dulce, siempre dulce.
Y si un da no lo era,
pues me tocaría ser azúcar, nunca melao.
Un día en el hospital
me miraste con abrumadora tristeza y dijiste:
“Lamento tanto que me
tuvieras que ver así”
Todavía ante tu muerte,
te preocupaba simplemente el ejemplo.
Lloré tanto esa noche. Porque
era inevitable. Porque te amaba y te amo.
Tu ejemplo de hombre no
se me olvida. Padre perfecto, esposo amoroso,
Amigo hasta la muerte,
abuelo entre sollozos. Heredero de luz.
Hoy escribo esto entre
mis llantos porque lo amo. Porque quiero que el mundo comprenda que los padres
son tan maravillosos como deseen serlo. Que no se olvidan. Que se necesitan. Que
se extrañan. Y mis disculpas si los hice llorar. La felicidad que siento por
haber sido criada con un hombre con tanto cabal, también es llanto…