“Quiero rescribir el amor” le dijo el perro al amo- El amo sentado en el balcón de la casa miró al horizonte por encima de las páginas de su libro. Y bebiendo un sorbo de café recién hecho bajó la mirada a su perro y le dijo “te escucho”
El perro dejó de mover su cola, se puso en sus cuatro patas hacia el mismo horizonte y le relató “La vida de perro amo no es amor. Me siento méndigo de tus momentos y tus tiempos. Esclavo del aburrimiento en tus libros. Cadena perdida de tus soledades”- el amo, que se pensaba a sí mismo como el más amoroso del mundo le dijo- “estás para obedecerme, no para amarme”.
Entonces, el perro se sentó de nuevo a su lado. Miró el mismo horizonte que empezaba a pintarse de atardecer. Esa noche el perro no ladró a la luna, a la mañana no corrió por el periódico, no persiguió al cartero, no miró su cola, no se persiguió así mismo.
Al atardecer su amo se sentó en el balcón, en su rutina y se dirigió al perro y le dijo “qué debo hacer para que vuelvas a ser el mismo”
Y se levantó de su regazo, miró al amo y respondió “ya no me pidas mentirme a mí mismo. Tú no debías amarme, es cierto. Pero ahora que sé que soy yo quien me amo, no quiero servirte. Porque sabe qué, amo? También servimos por amor”….
Moraleja: Muchas. Verdades: Muchas. Absoluta: ninguna…
Sólo tenías ganas de ponerlos a pensar en el amor.